Hace ya unos días de la celebración de la VII Edición de los premios Atlantis “La Isla de las Letras”, y aún me perduran los dulces sabores de la experiencia, sabores que poco a poco van licuándose en unos recuerdos que pienso atesorar toda la vida. Y es que en mis treinta y dos años de vida, he viajado a Madrid en tan solo dos ocasiones, y ambas por “culpa” de Ediciones Atlantis. Esa editorial empeñada en ser la voz de los autores noveles. Sí, la misma que lleva haciéndome sentir un escritor desde el primer momento en que nos pusimos en contacto. Y así, los premios que celebra la editorial no hacen sino avalar su gran labor.

Ha sido para mí un enorme orgullo estar entre los finalistas y un auténtico placer asistir aimg_5142 los premios, pues además de agradecer la nominación, he podido al fin conocer en persona a J. D. Álvarez, editor encargado de hacer realidad el sueño de muchos y culpable de que img_5223el enorme trabajo que esconden las páginas de un libro, puedan ver la luz. Por supuesto, a las que también tenía muchas, muchísimas ganas de conocer, era a las tres Marías. Tanto he hablado con ellas, que siento conocerlas desde hace mucho tiempo.

La Flor de Nîsser, un bravo y un soñador y un servidor, no nos hicimos con el primer premio, sin embargo, los premios (porque han sido muchos) ya los traía puestos de casa: La primera novela escrita y la primera publicada, nominada a mejor novela en la categoría fantasía y ciencia ficción por la misma editorial y una esposa que me ha acompañado todo lo andado, y que por supuesto, no imagino el resto del camino sin ella a mi lado. Honestamente, no se debe pedir más. ¡Ojo! Debo decir que me hubiera gustado ser yo el que se comiese la guinda del pastel, como hizo Ernesto Goñi con su novela Antes de que el sol se apague, al que aprovecho para felicitar y dar mi más grata enhorabuena una vez más por el premio.

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Foto de familia. Editor, presentadora, jurado, ganadores y finalistas.

Aproveché los días en Madrid para pasear y disfrutar de sus calles, edificios emblemáticos y plazas. Sentir el frío invernal que aquí, en nuestra tierra, parece se nos ha negado con lo que a mí me gusta.  Pasear desde la calle Serrano hacia Colón, la Biblioteca Nacional, Paseo de Recoletos, Cibeles y Puerta del Sol fue de lo más placentero.

Tras el medio día, fue en el Barrio de las Letras donde nos cobijamos hasta bien entrada la tarde: El lugar donde vivió Cervantes, a 2oo metros de la Iglesia de las Trinitarias, donde descansan sus restos, la casa de Lope de Vega, o la de Quevedo. Un viaje a la capital con motivo de un premio literario ¿¡qué mejor lugar para perderse el tiempo que fuera necesario!?

A la mañana siguiente la lluvia nos despertó, tal y como estaba previsto; y tras un desayuno de reyes (como digo yo): chocolate con churros y zumo de naranja nos fuimos hasta la estación de Atocha, donde de nuevo paseamos. Visitamos el monumento a las víctimas del 11-M, alguna librería y después de comer, abandonamos la capital con el agua de Madrid cayendo aún sobre las vías y la ciudad entera.

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En definitiva, fue una gran experiencia, muy enriquecedora y en lo que a la Editorial se refiere, deseo de todo corazón que  Atlantis celebre muchas más ediciones de unos premios donde todos sentimos ser ganadores, y perdure en el tiempo siendo la voz de autores noveles que tanto se necesita.

Gracias a todo el equipo editorial y enhorabuena -de nuevo- a los ganadores.

Nos vemos pronto.